domingo, 13 de diciembre de 2009

Lula: El revolucionario más aceptado del mundo.


Lula se ha convertido en el revolucionario más aceptado del mundo, quizá porque no dice, como Ahmadinejad, que Israel es un objetivo que debe llegar a su fin y desaparecer, o amenaza con nacionalizar bancos como Chávez, o acepta ser titulado Rey de reyes como Gaddafi, o ha formado parte de los tupamaros como “Pepe” Mujica, o aparece vestido con túnica y tocado rojos precolombinos como Morales, o no está en la primera fila como Ortega, o despacha discursos radicales como los Castro, ni es un desconocido ex sacerdote con hijos como Fernando Lugo.

Además, Brasil tiene más de US$210 mil millones en reservas internacionales, flujos de capital neto externo que en octubre alcanzaron los US$17.600millones (Morgan Stanley) y el reconocimiento por Standard & Poor’s, Fitch Ratings y Moody’s Investor Service de elevar su calificación de crédito a grado de inversión y, energético, con 500 millones de barriles de petróleo; para mantener una política exterior latinoamericana no afín con Estados Unidos e independiente de los bolivarianos. Lula se ha creado una imagen de hombre de Estado, proyectando al mundo predecibilidad y confianza.

Aun siendo, Lula, un político de izquierda, se aprecia más cerca de las grandes multinacionales y parece que son los otros quienes necesitan incluirlo en cualquier revolución. Es como si estuviera por encima de los 42 millones de pobres en Brasil, y hubiese tomado el camino del acomodamiento económico y social del mundo obrero y no un cambio político y social radical. En todo caso, la revolución carioca pasa más hoy por la samba, las olimpiadas de 2016 y las elecciones presidenciales en 2010.