domingo, 24 de octubre de 2010

¿Qué tendrá la Silla que nadie la quiere dejar?


Es posible que desde allí, la silla, se nos vea como niños sin virtud, medios útiles para momentos históricos. Niños necesitados de órdenes y castigos sin indulgencia.


Desde la silla, la crisis ha dado un respiro, ahora nuestra clase política puede hablar de los premios príncipes de Asturias, de la anorexia, de la sociedad inestable, de la economía inestable, de las relaciones laborales y salariales inestables; del Nóbel de literatura y, hasta del futuro. La silla da poder, prestigio, dominio, seguridad, garbo y legitimidad. Con la silla se es el boss, el ser sobre el cual gira todo. ¿Quién no quiere una silla?


Desde la silla, se tiene contactos y, ello da empleo, serenidad de pensamiento, comodidad, conocimiento técnico, económico y, de Estado. Yo quiero estar en la silla.


¡Qué el Estado ya no cohesiona!, ¡qué los políticos están equivocados!, ¡qué la justicia se ha politizado!, es culpa de la crisis y de una sociedad incapaz de entenderla. ¡Que eres de derechas!, ¡que eres marxista!; ahí está la culpa, nuestra culpa. La crisis nos ha enseñado, a los niños, que la clase política es infinitamente conmovedora.


¿Quiere hacer leyes constitucionales, tener autoridad pública y moral, distinción social, esconderse detrás de unas gafas oscuras, asustar, hablar con el Papa y con reyes?, procúrese una silla. La silla puede catalogarle de ignorante y mal querido, pero si ello no le importa y, sabiendo que va a vivir 80 años como un simple intermedio, gestiónese su silla.