viernes, 28 de noviembre de 2008

EL SILENCIO DE LA MAYORÍA VENEZOLANA

La mayoría venezolana, a paso lento y sin miedo, ha dispuesto de un stock de energía para el rechazo. Los líderes del gobierno lo saben y temen: La espontaneidad salvaje y el protagonismo súbito de El Caracazo en 1989 es sólo un ejemplo.

La masa crítica venezolana tiene en su silencio la mejor arma, observa desde lo alto, arrincona, excluye y es superior al individuo. Es consciente de que el uso indiscriminado de los medios de comunicación es una consecuencia del miedo y el instrumento final de captación de aquellos que no han caído rendidos a la melodía del vals del Nunca Jamás, de aquellos que se niegan a ser una estadística de lo neutro. Es aquí donde el poder, que quiere vivir del dato vacío, comienza a derrumbarse.

El venezolano no rehúsa el compromiso con la causa o el líder, simplemente objeta la incertidumbre de la conducta súbita, el mañana que no llega y promete comenzar el mejor baile, hace caminos y en ellos siembra espinas que hieren sin diferencia alguna a la clase política acostumbrada al oportunismo. Maduró y está realizando el examen final, no se siente representado y surge como la figura del riesgo: Para el gobierno la no-continuidad, el no a la reelección, para la oposición la exclusión y la última oportunidad. 12 millones de venezolanos así lo han visto el pasado 23 de noviembre.

Pero el corazón no está en silencio, nunca ha dejado de pensar, de votar o crear opinión pública, reclama la amistad de los años pasados y establece como notable su regla: No digas que hablas en mi nombre, yo diré quién lo hará, surgiré como protagonista único y lo diré. Esta es mi postura y reto, yo soy más grande y fuerte que tú. Yo diré si tu revolución sigue o muere.
Chávez, el del vocabulario gris y fácil, el retórico, el desconocedor de la captación de la nueva clientela, no tiene otro camino que hacer participativa a esa mayoría silenciosa para encontrarla y amedrentarla, es su sueño y su soledad. La división simplista de Chávez: Ustedes los buenos (los pobres) y aquellos, los malos (los del Este de Caracas) no sólo han creado una fractura social, ha acercado el chavismo al esperpento y a la falta de credibilidad internacional. El silencio de la masa venezolana (donde participan pobres, clase media y ricos) hoy es el símbolo de la debilidad gubernamental. Los camisa roja interpretan la historia con filosofía del siglo XIX no saben que hacer, están desorientados, tienen miedo y por ello amenazaron con sacar los tanques.

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